jueves, 24 de septiembre de 2015

Carril bici

La ciudad tal vez es mas amable con otro carril de bicicletas. Es mas amable, si, las viejas y los sordos pueden ser arrollados en mas trecho, voceados, los torpes, impericia de juanetes para esquivar al rápido, al elástico. Los lisiados por los años, los parlanchines de las panaderías que eternos para la compra de su panecillo es el tiempo de soledad que ocupan en ver a otros, en no televisión, en no piso grande con fotos por los muebles hastiados de estar siempre en el mismo sitio, de sentir el ruido, el tacto sobre la madera de las llaves que deja el propietario al entrar, dos vueltas claro a la cerradura, dicen que entran negros a robar, quién, cómo se ve un negro por la noche, dicen que los dos barquitos del blanco de los ojos, de los ojos. Los hijos porqué San Diego, porqué Yoba, se le ríen los nietos, Aiyobua, abuela, ya ajenos cuando vuelven a las gracias siempre repetidas, al arroz al horno que no me sale igual, acostumbrada ahora a guisar solo para mi, o a que guise Evelyn o cualquier Evelyn porque yo no me muevo de mi casa, estás bien mamá, si, claro, fíjate, Juan sigue en San Diego, y un cargazo en una multinacional, sabes, los chicos hablan cinco idiomas ¿cinco idiomas allí! Pero no, mucho viaje para mí, vendrán unos días en Diciembre, no al final, no, también van a Frankfurt, sabes, de donde es ella, repartir los cariños, qué le vamos a hacer. Y meter la cesta de las pinzas, dejar la ventana abierta, adiós, Mary, voy a ver un poco la tele que ya he bajado a por el pan, ea. El mundo era tan grande y no lo sabíamos, y ahora ya no me voy de viaje, ahora, para estorbar, y todo me duele.

Estado general

Penan los primeros con suspiros primeros amores que nunca tuvieron, penan
Decenas de páginas que en cada lamento derraman su tinta borrada de lágrimas
Penan quejas graves desencuentros oportunos tiempos que al pasar no vieron, penan
La viña del vino sagrado que ellos no supieron distinguir en tantas, penan
El tiempo pasado amor que prendía de las arboledas que nunca veían.

Penan después otros dolidas fatigas trabajos esfuerzos gemidos sudores
Los hijos tenidos que pesan el vínculo doble y en papel listado lloran por el orden
Tan indeseado de la vida suya siendo como eran pájaros tan jóvenes por las arboledas,
Penan, por el aire que no respiraron presos como fueron de amor ordenado y el teclado
Llenan de negros presagios y agobios con pena de ser tan esclavos de fútbol y cena.

Penan cincuentones hijos en carrera la mujer cansada de muertas caderas, penan
En las noches de copas eternas metabolizadas en dulzón aliento y cabeza espesa, penan
El suicidio con que a veces sueñan y la cita ciega del terror a algo de vejiga, o próstata.

Penan las mujeres y los niños penan porque han aprendido que el mundo es de pena,
Los adolescentes, las viudas tristísimas que morir desean, las peores putas,
Los embotijados dueños del planeta que penan un cólico por vicio de pena,
Y los viejos al sol del Botánico marmolan su pena con las hondureñas que los apacientan.

También en la prensa se exprimen los males, se agrandan, permanente digestión de penas
Repiten sin pausa, ardor de la pena que no tiene nombre ni tiempo ni espera.
Que todo se nutre de la misma mugre y en esa cazuela de horrores hoza todo el mundo
Su propia condena penan.

(Y el mar despereza su espejo de nácar) 

Caridad (informe)

Me encontré de nuevo a Doña Pura, pulida, conjuntada, 93 años de educación y buen gusto, zapato de medio tacón. Me informó, como todas las mañanas, de los rezos durante la noche. Nada, había amanecido como siempre, Dios no la tenía en su seno. Le pedí que se apartara de la puerta del ascensor; es de reja, antigua y necesita mucho espacio para abrirse.
Se retiró un poco, -otro poco- le pedí. Doña Pura se volvió para mirar el sol que traspasaba el pavés de la ventana de la escalera. Así de espaldas quedaba completamente iluminada, un halo alegre la rodeaba. Le di una patada en el culo con la fuerza suficiente para que no sufriera nada el golpetazo.

Abrí la reja, las puertas del ascensor y las cerré. Salí a la calle, al precioso día.

Poemas de la voz y el ópalo (2001)

Busco a ciegas
Y hacia adentro busco la ausencia luminosa.

A tientas y en el vértigo me dejo,
Caigo hacia el fondo ausentado del suelo
Caigo y subo en el ritmo que llega hasta mi mano
Que relata con prisa las palabras del flujo,
Sedimento del ritmo, de la constante música
Que he enhebrado con los ojos cerrados.

Hay un cuajo de carne, sangre y lumbre,
ruido de la ciudad y de los pájaros,
ausencia, claridad, falta o sosiego.
Vida y la voz.
La voz al fondo de la luz oscura,
Al final de ese vértigo,
la voz que se alza hacia abajo libre
Y hacia el final.

La punta de mis dedos
dibujando el perfil con la caligrafía
que trata de apresar el ópalo de fuego.

                        * * *

¿Quién enhebra la luz, quién la contiene?
Giro aturdida por su fuerza al centro,
roto mi recorrido, desnuda ya de mi.

Magma de su espiral gravitatorio
Y ajena ya a la típula que fui
(Curioseaba entonces entre círculos
Mirándome y midiéndome con ella,
Soberbia necedad de juventud).

Presa de tu corriente me estoy ahogando en tanta claridad
Y abro los ojos para liquidarme.
Desistida de mi, ya me he entregado.

Pero sé compasiva; antes de aniquilarme
Desvélame el alfabeto ardiente con que escribir tu nombre.
No tengo a nadie que me explique
Que hacer con esta voz en tanta luz.




jueves, 20 de agosto de 2015

Cosecha loca

Viene su grito descompasado
dando zancadas rabiosas a la tierra
-la que ha sido sustento de su vida-
y arrebatadas manos tiran, como si fueran hembras maltratadas 
acelgas espigadas con raíces
que arrastran por el suelo sus pobres cabelleras hirsutas.

Sembró las habas en octubre
y arrancó las panochas cuando granaban. Puso retales en sus tres cerezos
para guardarlos de los pájaros
y tuvo una cosecha de rabillos con el hueso mondo.
Con un rastro de babas su ciego pensamiento
le equivocaba frutos y estaciones; fue echándolo la tierra de su lógica.

Bracea la camisa terrosa, sonríe,
las canillas al aire y el pantalón sujeto con esparto;
me trae de regalo las acelgas
como si esa visión fuera un saludo o unos buenos días
en lugar de un fotograma de La Matanza de Texas.

martes, 18 de agosto de 2015

Reformas urbanas 3


Quitada ya la piel la ciudad se muestra en carne viva,
sangra por los costados. Florecen en zonas muy dañadas
animales coprófagos.

Sarna abultada sobre sus patas, viejas como rosarios,
me admitieron las ciudades eternas un envío ilegal de palomas y tórtolas.
Los perros, abolidos los títulos,
arracimados donde no molestaran buscaban huesos soleados.
No aquellos parecidos a sus dueños,
mascotas sucumbidas al desorden.

Reformas urbanas 2


Tengo prohibido celebrar tesoros.
Ciegos muertas pupilas de costumbre
lo brillante festejan. Pero el labio inferior,
-el gajo irónico casi guardaba el otro-
de Dominique Sanda
me es necesario si he de tentar rapaces;
El manto verde alto de Monforte
se habita por codicia del fruto.