Se retiró un poco, -otro poco- le pedí. Doña Pura se volvió para mirar el sol que traspasaba el pavés de la ventana de la escalera. Así de espaldas quedaba completamente iluminada, un halo alegre la rodeaba. Le di una patada en el culo con la fuerza suficiente para que no sufriera nada el golpetazo.
Abrí la reja, las puertas del ascensor y las cerré. Salí a la calle, al precioso día.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu comentario me ayuda a mejorar y subsanar errores. Te lo agradeceré siempre que sea educado y con cierto humor.