jueves, 24 de septiembre de 2015

Caridad (informe)

Me encontré de nuevo a Doña Pura, pulida, conjuntada, 93 años de educación y buen gusto, zapato de medio tacón. Me informó, como todas las mañanas, de los rezos durante la noche. Nada, había amanecido como siempre, Dios no la tenía en su seno. Le pedí que se apartara de la puerta del ascensor; es de reja, antigua y necesita mucho espacio para abrirse.
Se retiró un poco, -otro poco- le pedí. Doña Pura se volvió para mirar el sol que traspasaba el pavés de la ventana de la escalera. Así de espaldas quedaba completamente iluminada, un halo alegre la rodeaba. Le di una patada en el culo con la fuerza suficiente para que no sufriera nada el golpetazo.

Abrí la reja, las puertas del ascensor y las cerré. Salí a la calle, al precioso día.

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