martes, 18 de agosto de 2015

Reformas urbanas 1

He dispuesto arrancar de estas calles la manta de alquitrán
separando la tenebrosa carne calentada
y recogerla entera, enrollarla sobre sí,
alfombra fétida; dejar innumerables bultos no sé donde,
qué lugar en donde no la vea
(ya diré de ocurrírseme alguna idea brillante, ordenada).

Pronto aparecen raíces, adoquines,

mas abajo el cielo lunar que esta ciudad
esconde el agua sometida,
voltear las palmeras que crecen hacia abajo,
los manglares extraños y las babas de los ahogados olvidados,
antes vivos y analfabetos o felices.

Ahora esta ciudad es cosa mía.

El cielo tan azul no he de tocarlo,
que tiene voz de muecín en Tánger.

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