martes, 14 de julio de 2015

Ajax y glosopeda (informe)



En el estudio de Marcas y Patentes aparece AJAX como la titular del primer envase para uso doméstico de detergente para lavadoras en formato “Tambor; conocido popularmente como “Bombo”) peso de 5 Kg. y, en otro registro posterior, 8 Kg. También queda referido que en interior del tambor, sobre el detergente y a modo de reclamo para los pequeños de la casa, se incluye una figurita plástica que representa a un guerrero medieval con armadura y cimera en actitud de ataque, con una pica en la mano derecha. La figurita es completamente blanca y tiene el tamaño aproximado de los indios y vaqueros de la época con los que juegan los niños. En el espacio publicitario que aparecerá en televisión, éste guerrero toma vida y, al himno o cancioneta que acompaña su movimiento, ataca a la suciedad de la ropa, produciendo en el contacto de esta con la lanza una serie de destellos que quieren figurar la reposición de un blanco único. La letra del himno, que cantan voces masculinas, es: El mas poderooosoooo.
En una adenda figura una anotación que me lleva a la investigación siguiente.

En 1969 el Sr. Gomes Portozudo, innovador empresario del sector de la Agricultura y Ganadería, (al que había sido incorporado de forma abrupta después del fiasco comercial de una empresa dedicada a la fabricación de sacos de yute), hizo una importante inversión en cabaña caprina y ovina, llegando a la cifra de 2000 cabezas, 3/4 en la primera y el resto en la segunda, habida cuenta que los terrenos de los que disponía para la alimentación de dicho ganado se consideraban más favorables para la cabra, debido a su rusticidad y fortaleza. Es sabido que a finales de verano los rebaños vuelven de la trashumancia para su conteo, separación de las cabezas jóvenes para la venta, y para la reproducción que, llegada a feliz término, propiciará una paridera en los últimos meses del año, que es cuando el ganado queda refugiado en los corrales y los pastores pueden dormir en sus casas.
El Sr. Gomes Portozudo, contemplando desde un resalte del terreno la cantidad de animales allí reunidos, y la belleza y porte de los machos cabríos que se embestían unos a otros por el capricho de cabra en celo, quiso que la cabaña fuera adquiriendo un renombre que, a la larga, beneficiara las ventas.
Después de un mes de pormenorizada observación de los machos cabríos -cabrones, que ese es su nombre- mandó separar a dos ejemplares de una gran presencia. Fuertes, de imponente cornamenta, ojos desafiantes de rectangular pupila, barbas espesas y largas y labio superior bien levantado al hacer el feo en su hostigamiento de la zona vulvar de las hembras, y de altura y corpulencia inusuales. 

Quiso ese año presentarse la glosopeda muy virulenta y cundió la alarma entre los ganaderos de la zona, acostumbrados como estaban a varios en los que la enfermedad se daba en cabañas aisladas.
Simultáneamente a esta alerta sanitaria el Sr. Gomes Portozudo le había encargado a su señora la compra de un Bombo de 5 Kg. del detergente, y una vez hubo resuelto con los pastores el baldeo y exhaustiva limpieza de un corral, así como la fijación de postes y acarreamiento de agua -se trasladó para ello la cuba que daba servicio al personal de las instalaciones hasta el muro lateral adyacente-, hizo el viaje diario con la doméstica que trabajaba en el domicilio familiar (vivían en la ciudad, a unos 70 Km. de la propiedad rústica. Su señora no pudo incorporarse por estar de sobreparto del quinto hijo), con el fin de enjabonar y aclarar, peinar y secar a los cabrones, cuya inmovilidad garantizaron los pastores que, en número de tres, llevaron a cabo no con pocas dificultades. Después de una quincena de lavados y abundante alimentación de los animales, y tras la admiración unánime de los trabajadores de la propiedad, se procedió a habilitar el automóvil del Sr. Gomes Portozudo para el transporte. Se desmontó el asiento (se trataba de un Mercedes 180D, matrícula 78287, con asiento trasero corrido tapizado en cuero plena flor, color natural), y se colocaron las piezas necesarias para la sujeción de las correas que mantenían inmóviles a los cabrones. Los animales, algo desconcertados por el olor que emanaban y con cierto acomodo a la situación de quietud que tan buen alimento les proporcionaba, no opusieron resistencia a atravesar sobre unos sacos la corta distancia que los separaba del coche. Fueron convenientemente atados y el viaje transcurrió sin incidencias. El Sr. Gomes Portozudo regresó de la Feria del Ganado de Lérida con sendos Diplomas que acreditaban la majeza de los cabrones: Premio Extraordinario y Primer Premio.

La noticia de la muerte de 1.136 animales en lo que llevaban de epidemia no mermó la alegría de aquella joven familia.
                                                                                                  

                                                                                                      

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